Yazmín RamLa

Mi vida tuvo lugar en el cielo un 4 de Octubre de 1992, mientras un cuervo sostenía mi ligero cuerpo dentro de una sábana ¿qué hacía yo colgando del pinche pico de un cuervo? Dicen que anteriormente una cigüeña atrapada en la redes de la adicción había negociado mi ser a cambio de un par de cigarrillos.  Fue un trauma para mí darme cuenta que mi origen no era producto de un espectáculo rodeado de pasión, amor, una calle solitaria o tal vez una que otra cerveza.

Así crecí. Todo era perfecto hasta que se definió mi 1.62 de estatura (ok tal vez exagere por 2 o 3 cm)  y la miopía que acompañan mis ojos, estos dos factores truncaron mi sueño como agente secreto de la CIA. No conforme con las circunstancias decidí llevar una vida aparentemente normal, la cual se fue convirtiendo en todo lo contrario. Con el paso del tiempo tuve que saber lidiar con mi temperamento, aprender cómo manipular y definir mi personalidad, lo que responde mi incongruente manera de ser. Tengo muchos apodos: voluntaria, chícharo (o chicharito), chaparra, Vilma, encantador, blanca nieves, flaca, huesos, bones, House, rubia, wera, Megan Fox (na, ese no) etc… A mi aún me gusta llamarme Yazmín.

Me gusta caminar entre la sombra, de vez en cuando usar máscara para dejar de ser “yo” y pasar entre la gente. Me gusta mezclarme con el frió que trae diciembre  y bajar las escaleras de mi oscura casa para ver la sala iluminada sólo por las luces del árbol de navidad.  Me pierdo soñando despierta e imaginando absurdos futuros que nunca pasaran.  No importa el lugar en donde esté, se detiene el tiempo cuando el sol se asoma y cuando vuelve a esconderse. Me gusta ver desde la ventana del camión como me sigue la luna y si me esperará hasta que me duerma, nunca lo hace. Me pierdo con facilidad y aún no sé cómo llegar a la casa de mi abuela. En las noches de melancolía me convierto en espejo y que no me atrape mi pasado porque  le vendo los ojos al maldito. Desgraciadamente me cuesta dejar atrás mis experiencias y me aferro a renunciar a lo que me hizo convertirme en lo que soy. Creo firmemente en que el tiempo es  una cuestión de memoria, y que de alguna manera somos nuestro pasado. Por lo tanto me he dado el lujo de matar personas dejándolas de recordar.

Puedo aguantar casi cualquier cosa, excepto ver como se desperdicia el agua gota tras gota de la pinche gente pendeja que no cierra las llaves, o la inconsciencia que tiene el típico(a) vale-madrista que sólo sirve para contar cubas en las fiestas, entregar algún trabajo por ser obligación,  presumir su aguante al alcohol, las personas que se ligó y el nuevo carro que papi compró (acaso rimo?).  Comienzo a cuidarme de la esperanza, por ser hipócrita y de la gente que no tiene nada que perder.  Aún creo en el poder de Zeus, el inframundo, mi tía Mary y que hay personas que hacen la diferencia. He sentido la cruda del amor esa parecida al alcohol, pero que el malestar es prolongado. He luchado entre tormentas, sol, agua fría, lágrimas, un "cómo estás", remolinos, hombres grises (momo), niñitas ricas, prejuicios, estereotipos, mentiras, Maquiavelo pero no hay peor pelea que la que tengo cuando me asomo en un charco de agua sucia.

Diría mi friend José Emilio Pacheco “Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria”